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DISCURSO DE AMOR (Parte III)

  • Foto del escritor: Marco Velázquez
    Marco Velázquez
  • 15 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

La Paternidad de Dios.


»Israelitas, ¡yo no puedo abandonarlos! ¡No sería capaz de hacerlo! ¡No podría destruirlos, como destruí a la gente malvada de Admá y Seboím! ¡Mi gran amor por ustedes no me lo permite! »No volveré a enojarme con ustedes; ni volveré a destruirlos, pues no soy un simple hombre; ¡yo soy Dios, y habito en medio de mi pueblo! »Yo rugiré como un león, y ustedes me obedecerán. Desde Egipto y desde Asiria, sus descendientes volverán a mí; vendrán temblando de miedo, como las aves que vienen del oeste, y yo los llevaré a sus casas para que vuelvan a habitarlas. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así será. (OSEAS 11:8-11 TLA)




Israel vuelve a tener ese encuentro con Dios. Dios mismo vuelve a revelar su amor incondicional hacia un pueblo, que si bien no es perfecto, Dios lo sigue viendo como su pueblo amado.

Y en esto está la esencia de la paternidad de Dios:

  • no soy un simple hombre. Esto refleja una sola cosa: que el amor de Dios, es un amor paternal. Un amor que no está basado por buenas o malas experiencias con el pueblo; no está basado en sentimientos desordenados (pues Dios es un Dios de orden), el amor de Dios no está basado en lo hagas o dejes de hacer. El amor de Dios está basado en una decisión. El Amor paternal de Dios es propio de su naturaleza y carácter.

  • No es como el ser humano. Y esto se puede comprender con la expresión: YO SOY EL QUE SOY.

Y es que en esto, muchas veces también podemos tomar la postura de la parábola del hijo prodigo. Es decir, no en el hijo que huyó y después regresó, sino en aquel que, aun estando dentro de la casa del Padre, jamás se miró como hijo, aunque lo era realmente.

Así que, sea cual sea tu realidad. Si es tu realidad como la de Israel, o incluso sea peor; fuese cual fuese tu condición, en esta cuarentena y tiempo de crisis debes saber algo:


  • Tal vez tu cambiaste, tal vez tú perdiste el rumbo, tal vez tú has tenido malas experiencias donde nunca experimentaste amor incondicional, tal vez no tienes una buena imagen de padre, y por eso, al darte de cuenta de tu condición y de que le has fallado a Dios, te rehúsas a reencontrarte con Él, por miedo a un rechazo. Tal vez estas y más sea nuestra realidad. Pero, la realidad es que Dios jamás cambia. El sigue siendo el mismo y te sigue amando con la misma intensidad.

¡Vamos, volvamos a su presencia! Dejemos que el termine lo que ha comenzado en nosotros.

Que esta cuarenta sea nuestro momento para crecer más en su presencia.

Recordemos esto:

  • Podremos tener mucho tiempo de convertidos, podríamos ya tener un cargo importante dentro de la iglesia, pero si no aceptamos la paternidad de Dios, y no corremos siempre a los brazos del Padre, nunca experimentaremos lo que es ser verdaderamente hijo.


Dios te bendiga

 
 
 

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La Gloria fue, es y siempre será de Dios

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